LA POBREZA MENSTRUAL COMO FACTOR DE DESIGUALDAD Y VIOLACIÓN DE DERECHOS EN AMÉRICA LATINA

¿Has oído hablar alguna vez del término «pobreza menstrual»?

También conocida como precariedad menstrual, la pobreza menstrual es el fenómeno que abarca desde la falta de acceso a recursos para la higiene menstrual hasta la precariedad de las infraestructuras y la falta de conocimientos por parte de niñas y mujeres sobre el cuidado de su propia menstruación. Pero la pobreza menstrual no es sólo una cuestión económica, sino que está vinculada al acceso a materias primas, servicios e información. Afectada por cuestiones como la desigualdad de género, esta condición está directamente relacionada con la pobreza extrema, las crisis sanitarias y las crisis humanitarias que acaban haciendo de la menstruación una fuente de privación de derechos y también de estigma.

También es interesante pensar que la precariedad menstrual no sólo afecta a los países menos desarrollados económicamente de América Latina. Brasil, por ejemplo, un país con diferentes escenarios económicos, tiene condiciones de vida desiguales en sus territorios, a pesar de tener también ciudades con un IDH elevado (Índice de Desarrollo Humano).

¿Quién sufre más la pobreza menstrual?

La pobreza menstrual afecta principalmente a niñas y mujeres en condiciones de pobreza y/o vulnerabilidad social, sea en contextos rurales o urbanos.

El informe de 2021 «Pobreza Menstrual no Brasil – Desigualdades e Violações de Direitos»1, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), destaca que 713.000 niñas viven en casas sin baños, inodoros o duchas y más de 4 millones no pueden acceder a apoyo menstrual básico en las escuelas. De este modo, la pobreza menstrual es una cuestión económica, pero también social y política. El estudio publicado por las Naciones Unidas también identifica otros datos alarmantes, como que 900.000 niñas no tienen acceso a agua corriente en sus casas y que al menos 3,5 millones de niñas viven en hogares que no están conectados al sistema de alcantarillado. La realidad en Brasil y en tantos otros países del mismo continente es ésta: niñas que viven en hogares donde no hay recogida de basuras, y alumnos que asisten a escuelas sin retretes adecuados y que carecen de los materiales necesarios, como papel higiénico, jabón y agua corriente. Cabe señalar que en algunos casos los retretes ni siquiera tienen puerta, lo que les impide garantizar un mínimo de intimidad para los cuidados relacionados con la higiene.

Por chocante que resulte, millones de mujeres latinoamericanas recurren hoy a trapos, periódicos, migas de pan e incluso serrín durante su menstruación, porque no tienen un acceso digno a compresas, tampones o copas menstruales, al tiempo que se enfrentan a estigmas derivados de la falta de educación que amplían la brecha de género.

Expertos, fundaciones y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han pedido que la menstruación se reconozca como una «cuestión de salud y derechos humanos» y no sólo de higiene. Algunos países, como Colombia y México, han tomado medidas para eliminar impuestos y desarrollar programas educativos y de acceso a productos, pero estamos muy lejos de la igualdad.

¡Adiós al «impuesto rosa»2!

A través de campañas como «Menstruación libre de impuestos», Colombia se convirtió en 2018 en el primer país de América Latina en eliminar el impuesto al valor agregado (IVA) del 16% a los productos de higiene menstrual. México siguió su ejemplo adoptando políticas similares, mientras que Chile impuso un impuesto del 19% a estos productos, el segundo más alto de la región después de Uruguay (22%).

En 2021 se presentó en la Cámara de Diputados chilena el proyecto de ley «Dignidad Menstrual», que atribuye al Estado la responsabilidad de garantizar el «acceso a productos de higiene personal». Sin embargo, el texto de la ley sigue debatiéndose en el Senado, sin que se haya avanzado mucho.

En Brasil, un proyecto de ley que preveía la distribución gratuita de productos sanitarios a cuatro millones de mujeres en situación de vulnerabilidad fue vetado en octubre de 2021 por el expresidente Jair Bolsonaro. Aunque el veto fue revocado por el Congreso en marzo del año siguiente, los fondos para poner en marcha el programa no fueron proporcionados por el Gobierno hasta finales de 2022, ocho meses después de la entrada en vigor de la ley. Además, los productos no se distribuyeron hasta noviembre y diciembre de ese año. Esto convirtió la ley en una «donación puntual» y no en un plan a largo plazo de distribución de productos sanitarios.

Sólo 9 de los 31 países de la región consideran que los productos de higiene menstrual son de primera necesidad, lo que permite gravarlos con un tipo reducido, como señala el estudio «Impuestos Sexistas en América Latina» de la Fundación Friedrich Ebert3.

También cabe destacar que, en los países de América Latina y el Caribe, según datos publicados por la OMS, dos de cada cinco niñas dejan de ir a la escuela durante su periodo menstrual, un absentismo alimentado por los estigmas asociados a esta circunstancia.

¿En qué debemos pensar cuando hablamos de pobreza menstrual?

Como ya se ha mencionado, hay varios factores relacionados con la pobreza menstrual. La condición financiera de las familias tiene un impacto directo en la posibilidad o no de comprar productos de higiene menstrual, ya que su compra tiene un impacto económico directo en los ingresos y en la economía familiar. Al realizarse la compra de estos artículos mensualmente, el acto mismo de compra implica que esta adquisición obliga a las familias a dejar de comprar otros productos necesarios para el bienestar del hogar. Sin embargo, este no es un tema que deba pensarse de forma aislada. Hay que tener en cuenta la dificultad de acceso al agua y a otros derechos considerados «básicos». Aunque la copa menstrual sea más sostenible, su uso implica tener acceso al agua para fines puramente de limpieza, lo que en determinados contextos no es lo más adecuado.

Es necesario incluir en este debate el acceso a medicamentos para aliviar síntomas menstruales como los dolores, o el acceso a servicios médicos para que las niñas y mujeres puedan someterse a exámenes y tratamientos para comprobar eficazmente si existen irregularidades. Por no hablar de la necesidad de acceso a la información sobre la salud menstrual, incluida la importancia del autoconocimiento sobre sus propios cuerpos y ciclos menstruales, lo que en muchos casos se considera «lo básico de lo básico».

A falta de políticas públicas, ¿Cuál es el papel de la sociedad en el apoyo a las niñas y mujeres afectadas por la pobreza menstrual?

El papel desempeñado por la sociedad civil (especialmente en lo que se refiere a sus iniciativas de distribución de artículos de higiene menstrual) es intrínsecamente importante. Es necesario valorar, alentar y motivar las iniciativas dirigidas a poblaciones vulnerables de diferentes orígenes sociales, económicos y políticos. Como ya se ha mencionado, la pobreza menstrual va más allá del acceso a los artículos de higiene, ya que concierne a la noción y al reconocimiento de las desigualdades, y al acceso a la información. Son estas reflexiones, debates y acciones las que aportan visibilidad a la cuestión y ponen temas como estos en la palestra pública con el objetivo de reducir la pobreza menstrual.

¿Por qué es necesario seguir hablando de este tema?

La pobreza menstrual es una cuestión que va más allá de la individualidad de cada sujeto, es decir, no concierne sólo a una niña o a una mujer. La cuestión de la pobreza frente a la salud menstrual también está directamente vinculada y relacionada con las familias, las escuelas, los centros de salud y la sociedad en su conjunto. Es necesario debatir estos temas cada vez más abiertamente. Como sociedad, debemos insistir en la defensa de una educación integral que hable de salud reproductiva y sexualidad, incluyendo las diferentes realidades. Es a través de esta educación centrada en la salud que podemos hablar sobre el cuerpo, el sistema reproductivo, la primera menstruación y tantos otros temas relevantes que son considerados «tabú» y que – la mayoría de las veces – son ignorados por los responsables de elaborar y supervisar el cumplimiento de las políticas públicas centradas en el cuerpo de las mujeres. Es necesario que las escuelas traten abiertamente los derechos menstruales en sus planes de estudio como algo relevante, que los medios de comunicación lo asuman, que los poderes públicos prioricen estos temas y que el sistema sanitario sea capaz de acoger a niñas y mujeres con todas sus vulnerabilidades, ya sean físicas o sociales, garantizando que ninguna quede al margen.

Sugerencia para profundizar en el tema

¿Sabías que Brasil es el tercer país del mundo con mayor número de mujeres encarceladas?

Según los informes publicados por el Departamento Penitenciário Nacional (DEPEN), las cifras más recientes (agosto de 2023) muestran que a finales de 2021 había 43 000 mujeres en prisión, y otras 45 000 estaban a espera de juicio. Escrito en el contexto de un sistema penitenciario diseñado por hombres y para hombres, el libro «Presas que menstruam», escrito por la periodista y activista Nana Queiroz, busca dar voz a la realidad de las cárceles de mujeres, al tiempo que denuncia las situaciones de explotación, las violaciones de derechos humanos, y los conflictos a los que se enfrentan las mujeres en el contexto de la privación de libertad en Brasil.

Lanzado en 2015, el libro ya cuenta con más de siete ediciones y su subtítulo incluye la impactante frase: «A brutal vida das mulheres – tratadas como homens- nas prisões brasileiras».

Nana Queiroz retrata, de forma ágil y fluida, en un libro escrito durante cuatro años, la realidad de diferentes cárceles femeninas de Brasil a través de los relatos de siete mujeres con las que se reunió en varias ocasiones, incluyendo también referencias a las historias de otras reclusas que se cruzaron en su camino. La autora también utiliza la teoría del testimonio4 en un intento, a través de una relación establecida entre la autora del texto (Nana Queiroz) y los sujetos de los testimonios (las presas), de poner de relieve diversas cuestiones que van más allá de la violación de los derechos humanos y la dignidad, como la soledad y el silenciamiento que estas mujeres sufren a diario.

«Presas que menstruam» es, en definitiva, una obra que busca, a través de las historias de Júlia, Gardenia, Glicéria, Vera, Marcela, Safira y Camila, mostrar la dura realidad de las cárceles brasileñas a través de lentes humanizadas que pretenden destacar que estas mujeres son, antes que “criminales”, personas.

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Bibliografía

1 Fundo de População das Nações Unidas (UNFPA) & Fundo das Nações Unidas para a Infância (UNICEF) (2021), «Pobreza Menstrual no Brasil – Desigualdades e Violações de Direitos», Brasil, UNFPA & UNICEF.

2 También conocido como «pink tax», el concepto surgió en los años 90, en referencia al hecho de que los productos denominados «femeninos» son mucho más caros que las versiones neutras, llamadas «masculinas», y además tienen una elevada carga fiscal por considerarse bienes superfluos.

3 Balbuena, A. et al. (2020), «Impuestos Sexistas en América Latina», Bogotá, Friedrich-Ebert-Stiftung (FES).

4 Teoría testimonial: teoría surgida en América Latina en los años sesenta a través de obras que denunciaban situaciones de explotación, violaciones de los derechos humanos, conflictos y encarcelamientos.

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