En un artículo anterior en este Blog tratamos de exponer los parámetros generales por los cuales consideramos que existe sexismo en el lenguaje. En ese mismo artículo nos referimos muy por encima a la cuestión del género gramatical, advirtiendo que se trataba de un tema tan denso y controvertido que daría para una nueva entrada.
Hoy, y a la luz de un nuevo pronunciamiento al respecto de la RAE, creemos que ha llegado el momento de abordar el tema. Según el actual director de esta institución, Santiago Muñoz Machado, en una entrevista publicada recientemente en El País, “la posición de la RAE es clara. El desdoblamiento altera la economía del idioma. Y yo añado: y la belleza. Este tipo de variantes la estropean. Es una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué tiene que venir usted a estropearla?”[1]
No pretendemos aquí negarle al señor Muñoz Machado que existe un principio de economía que rige nuestra lengua y que el abuso del desdoblamiento podría parecer que atenta contra el mismo. Pero nos parece que escudarse en dicho principio para seguir negando una realidad acuciante no es más que el reflejo de la negativa de esta institución a contribuir a la regulación (y no decimos creación) de un lenguaje más inclusivo.
Y es que el desdoblamiento no es la única fórmula que nos permite ser más inclusivas. Existen muchas otras que, creemos, conjugadas, nos ayudarían de una forma sencilla y sin atentar contra la lengua ni sus principios reguladores, a lograr que el lenguaje sea reflejo de una sociedad que se encuentra en proceso de cambio por razones de fuerza mayor. Una sociedad donde la lucha por alcanzar la verdadera igualdad es una necesidad imperiosa y donde el lenguaje debería empezar a, por lo menos, permitir reflejar ese proceso de cambio.
Porque lo que no se nombra no existe, tenemos varias alternativas para visibilizar en la lengua aquello que desde el principio de los tiempos ha sido ocultado. Si bien la RAE, en su Libro de estilo de la lengua española, mantiene que el masculino en español es el género no marcado, la forma por defecto y la que se considera neutral, funcionando tanto para el masculino como para el femenino, no creemos que nadie pueda negar que, muy probablemente, el origen de este principio sea el hecho de que la sociedad que habitamos ha sido, desde siempre, androcéntrica o patriarcal. Es decir, no se trata de algo inherente a la lengua, que es así porque tiene que serlo, se trata de un reflejo del mundo en el que vivimos, de la concepción que tenemos del mismo y de la perspectiva desde la que lo abordamos. Por tanto, como ya dijimos en nuestro anterior artículo sobre el tema en este blog, si la lengua nos lo permite ¿por qué no convertirse en activistas conscientes en el proceso de cambio? ¿por qué no ayudar, con nuestros usos conscientes, al éxito en el camino hacia una sociedad nueva?
Nos referiremos ahora a algunas de las fórmulas que nos permiten utilizar un lenguaje más inclusivo, y que sea cada cual quien decida si las usa o no, si le representa más una u otra o si, por el contrario, quiere hacer un compendio de todas ellas. Al fin y al cabo, es el hablante quien hace a la lengua:
Desdoblamientos
Algo que ya hemos mencionado y que consiste en duplicar el género para que ambos, femenino y masculino, queden reflejados: “las alumnas y los alumnos han podido retomar el curso con normalidad”. Es verdad que, en secuencias largas, el desdoblamiento constante puede hacerse pesado e, incluso, enturbiar el mensaje que se quiere transmitir, por eso es una fórmula a menudo criticada. Pero, como hemos dicho, no es la única.
Utilización de términos inclusivos o sustitución por nombres colectivos
“El alumnado ha podido retomar el curso con normalidad”. Con esta fórmula lo que se pretende es promover el uso de recursos que ya existen en nuestra lengua y que son inclusivos, que nos permiten ahorrarnos la marcación del género o el desdoblamiento. Nos parece una opción muy válida, porque no contraviene las reglas gramaticales ni el principio de economía del lenguaje. La contrapartida es que, al menos hasta lograr acostumbrarse, exige un arduo ejercicio de consciencia para poder ir sustituyendo en la mente y en el habla, y que no siempre parece posible.
Generalizar en femenino
Esta es probablemente una de las opciones más controvertidas, por lo que tiene de transformador y porque al final propone que dejemos de emplear el masculino como género no marcado para que sea el femenino el que pase a ocupar esa posición. Sin embargo, creemos que esos no son exactamente los términos de la propuesta, o al menos no es como nosotras la entendemos.
Intentaremos explicarnos partiendo primero de una cita de Enriqueta García y Aguas Vivas Catalá: “Los varones saben que el masculino siempre les nombra, pero las mujeres debemos aprender a distinguir cuando nos incluye como parte del todo y cuando nos excluye”. En el enunciado “Todos queremos ir a la fiesta esta noche”, podemos pensar que ese todos se refiere a un número determinado de hombres o es posible que se refiera a un grupo mixto, de hombres y mujeres. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el grupo lo formasen 6 chicas y 1 solo chico? ¿O 4 chicas y 3 chicos? ¿Por qué no podríamos generalizar en ese caso en femenino, usando el principio de “la mayoría”?
Esta es una alternativa que nosotras empleamos; pues nos referimos a nuestra organización en femenino, ya que la formamos 10 mujeres y un hombre. Es una propuesta que se escuchó también a nivel estatal, cuando Pedro Sánchez formó un gobierno con una mayoría de ministras y se mencionó la posibilidad de hablar de Consejo de Ministras. Está claro que esta propuesta no tuvo éxito, pero como Jaime Rubio recoge en un artículo publicado en Verme, la fundación Fundéu recordó que “cuando estos usos se generalicen” y los hablantes “entiendan que el femenino es más adecuado que el masculino en algunas situaciones y lo empleen así”, la RAE, “notaria de la lengua, previsiblemente registrará que el masculino ya no es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto”.[2]
Otro artículo en esta misma web menciona unas declaraciones al respecto de María Márquez, profesora de la Universidad de Sevilla y autora del libro Género gramatical y discurso sexista, que nos parecen interesantes: “El abuso del masculino genérico invisibiliza a la mujer. Esto no tiene que ver ni con sentimientos ni con lo políticamente correcto, sino que es un fallo en el comportamiento comunicativo”[3], ya que hay contextos en los que es necesario especificar si nos dirigimos solo a hombres o a hombres y mujeres.
Además, creemos que no conviene olvidar que han existido y existen usos abusivos del masculino genérico en el que no funciona como un auténtico genérico. Por ejemplo, como cita el artículo al que acabamos de referirnos, “en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la Revolución Francesa, en ningún momento se contemplaba a la mujer, que ni siquiera votaba”. En relación con esto estaría lo que García Messeguer denominó como “salto semántico”: utilizar el masculino desde una pretendida neutralidad que después se confirma que no tiene, reforzando así el papel predominante del hombre como el más importante, y que ilustró con el siguiente ejemplo: “Los ingleses prefieren el té al café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas”. Queda claro que en el sintagma los ingleses no están incluidas las mujeres, por lo que se trata de un falso masculino genérico ya que, en realidad, solo pretende referirse a los hombres, como la secuencia posterior confirma. Aunque sobre este concepto también cabría discutir largo y tendido, atendiendo tanto a la realidad que refleja como a las estructuras sintácticas y su relación con la semántica.
Género neutro
La propuesta considerada más radical es aquella que propone la creación de un género neutro que englobe no solo al femenino y al masculino, sino también a quienes no se identifican con ninguno de ellos, haciendo notar así una realidad no binaria que, a veces, se nos olvida identificar en este proceso de renovación del lenguaje: “Todes estamos de acuerdo”. Esta fórmula es muchas veces rechazada debido a que supone la invención de un morfema, de algo que no existe en la lengua. Pero, si existe interrelación entre la lengua y la realidad, esta sería una manera de que la primera reflejase de forma más exacta la segunda, aunque entendemos la dificultad de su realización.
La flexión en femenino
Por último, quisiéramos recordar aquí en esta “mini-guía” la importancia de la flexión en femenino como parte significativa del proceso. Nadie cuestiona ya que se diferencie jefe de jefa, pero todavía hay quien va a la consulta de una médico o al despacho de una arquitecto. Para nosotras es importante que se generalice el uso en femenino de estas y otras profesiones, flexión reconocida ya por la RAE, pues no conviene olvidar que su uso masculino es un reflejo del hecho de que tradicionalmente han sido profesiones desempeñadas por hombres. Si la mujer actualmente ostenta esos oficios en igual o incluso mayor medida que el hombre, y si el sustantivo permite la flexión de género, la lógica nos pide que usemos el sustantivo en la forma que mejor represente la realidad. No conviene olvidar la facilidad con la que se aceptaron las formas masculinas de profesiones tradicionalmente desempeñadas por mujeres, como modisto.
En definitiva, existen estas e incluso otras soluciones a las que las y los hablantes están recurriendo para poder referenciar el cambio que se está produciendo en la sociedad. Y, como en una ocasión apuntó María Luisa Calero, catedrática de Lingüística de la Universidad de Córdoba, “serán ellos (¿ellas?) quienes decidirán qué fórmulas tienen éxito”. Calero también recordó, en línea con esta afirmación, que la RAE da recomendaciones y no impone leyes; su función consiste en gran medida en recoger y registrar el uso que hacen los hablantes.[4]
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[1] Cita extraída del artículo publicado en El País el 17/07/2019: Santiago Muñoz Machado: “Tenemos una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué estropearla con el lenguaje inclusivo?”
[2] Contenido extraído del artículo publicado en Verme el 06/06/2018 por Jaime Rubio Hanckoc: Si hay más mujeres que hombres ¿podemos decir Consejo de Ministras?
[3] Contenido extraído del artículo publicado en Verme el 02/05/2019 por Jaime Rubio Hanckoc: ¿Qué tiene que pasar para que usemos el femenino para referirnos a hombres y mujeres?
[4] Contenido extraído del artículo publicado en Verme el 06/06/2018 por Jaime Rubio Hanckoc: Si hay más mujeres que hombres ¿podemos decir Consejo de Ministras?
Todo muy bonito, en la forma puede sonar hasta lógico pero es poco práctico y no orgánico, los lenguajes siempre han surgido de abajo arriba, no de arriba abajo. Así que, ante ese problema llegan los métodos que muchos no se han parado a pensar. El método en que lo intentan implantar sigue el patrón en la que se desarrollan estados políticos autoritarios. Imponer el uso de una gramática y un lenguaje solo ha pasado en épocas de inquisición.
En absoluto se trata de imponer. De hecho, dado que como bien dices las cosas suceden y deben suceder de abajo a arriba, de lo que se trata es de reconocer unas fórmulas que la gente ya empieza a utilizar para que el lenguaje refleje mejor nuestra realidad. Se exponen estas fórmulas y se invita a usar las que cada quien elija, siempre y cuando esté de acuerdo con el planteamiento, por supuesto. Si no, siempre puede seguir utilizando el modelo establecido e impuesto desde arriba.
Alguna gente cree que todo tiene un propósito y como tal obedecen a designios desde arriba. Es anti intuitivo, y eso puede llegar a confundir.